A lo largo de la historia han existido distintas maneras de mirar al cerro San Cristóbal de Santiago. Los primeros registros cartográficos de la ciudad lo dibujaron como parte de una tierra lejana, como un territorio que operaba como telón de fondo de una ciudad incipiente. Con el correr de los años esa ciudad comenzó a expandirse y chocó con esta topografía, encontrando un límite vertical que operó, por una parte, como obstáculo de la expansión urbana y, por otro, como sustento de la misma, al proveer de las rocas para la ejecución de las primeras obras de pavimentación de la ciudad. Años más tarde, estudios geológicos develaron que esta montaña era parte de un cordón que se extendía desde la cordillera de los Andes hasta el centro de Santiago, conectando el cerro Manquehue con el Santa Lucía, una condición que no ha sido reconocida por una ciudad que continúa expandiéndose por todos los frentes del San Cristóbal y que ha terminado por definirlo como un cerro isla.
A través de la historia de la construcción permanente del cerro San Cristóbal, este libro busca poner en cuestión la idea de paisaje como una imagen completa o acabada. En este caso, se trataría de una imagen compuesta por un sistema de ‘vistas’, según Thays; por una imagen ‘inútil’, según Valdés y Peliowski; o bien por una imagen del todo ‘inconclusa’ como argumenta Hecht. Pero, sin duda, es una imagen compuesta en el tiempo.
Como operación editorial, el libro propone una estructura intercalada: una serie de investigaciones históricas, por un lado, con los proyectos más importante desarrollados para el parque, por otro. En consecuencia, mediante un relato intermitente se construye la historia de la formación del Parque Metropolitano de Santiago.