Una pequeña casa obrera al lado de una antigua instalación industrial, un amplio templo arruinado por la naturaleza, fotos anónimas en un archivo, el recuerdo de unas rejas que cercaban un jardín urbano, modestas construcciones ganaderas en el desierto, un elegante regimiento convertido en espacio de exhibiciones: el conjunto diverso de obras que este número recoge intenta poner en evidencia la naturaleza múltiple, dispersa y heterogénea de lo que entendemos por ‘patrimonio’.
Se podría afirmar que el conjunto completo de lo que tenemos forma parte de nuestro patrimonio, en una definición ampliada y ciertamente genérica que abarcaría de paso tanto los ámbitos individuales y colectivos como aquellos privados y públicos, además de los materiales e inmateriales. Sin embargo, ese patrimonio diverso es objeto de valoraciones complejas y asimétricas, nunca homogéneas, para nada evidentes: como lo plantea el texto de Márquez y Rozas, la mayoría de las veces la definición cualitativa del patrimonio ha sido «monolítica y articulada desde el poder», con una mirada enfocada por cierto en el monumento.Asociada más veces de lo conveniente al conservacionismo y al discurso hegemónico, durante los últimos años la noción de patrimonio ha sido desplazada de su anterior centro y puesta en revisión. La naturaleza polifónica de la ciudad ha dado lugar a la validación de otras identidades que, desde los márgenes, han logrado instalar otros idearios, otras imágenes y otras culturas que han abierto el concepto de patrimonio hacia nuevos campos.
La primera acepción de la palabra registrada por el diccionario alude –con algo de candor– a la esfera de la familia, los bienes y las preexistencias e incluye por cierto una componente de permanencia y sedimentación: patrimonio es la «hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes». Acumulada en el tiempo y vinculada inequívocamente con el pasado, la heredad de la que como arquitectos participamos también tiene una proyección al futuro, en la medida que su comprensión integral incluye la generación y cuidado de una herencia para las generaciones que nos sucederán. A la pregunta por cómo cautelar lo que hemos recibido, habría que agregar otra pregunta por cómo construir –material e inmaterialmente– lo que vamos a entregar (extracto editorial).