Publicado en 1972, el informe The Limits to Growth concluía que, si se proyectaban las tasas de crecimiento de ese entonces, el mundo se quedaría sin recursos a mediados del siglo XXI. Estas alarmantes conclusiones –que hacían eco del pesimismo de Garret Hardin– inauguraban uno de los discursos más exitosos del último medio siglo: el de la conciencia ecológica. Un año más tarde, la crisis del petróleo de 1973 transformaba estas advertencias en realidad, mostrando cómo sería la vida sin energía ni recursos.
Si bien fue resistido en sus inicios, la efectividad de este discurso ha sido tal que hoy ya hemos internalizado sus enunciados. En las últimas cuatro décadas hemos aprendido que los recursos son finitos, que el crecimiento sin límites daña el planeta y que, de no hacer más eficiente el consumo energético, las siguientes generaciones pagarán la cuenta por las comodidades que ahora disfrutamos.
En la arquitectura contemporánea, la conciencia ecológica se encuentra en un equilibro crítico: sabemos que no la podemos pasar por alto pues entendemos que la construcción es uno de los principales consumidores de energía y recursos, pero a la vez percibimos que ‘lo sustentable’ se ha convertido en un cliché y que quizás sea mejor dar vuelta la página. En ese contexto, ¿por qué dedicarle un número de ARQ a un discurso consolidado en vez de apostar por nuevos temas?.
La arquitectura es como una conversación continua que, cuando se empieza a volver reiterativa, cambia de foco para mantener el interés. Sin embargo hay temas, como la energía y los recursos, que son demasiado importantes como para dejarlos de lado. En tales momentos una revista como ARQ tiene la responsabilidad de buscar argumentos y puntos de vista capaces de refrescar esos temas que, a pesar de su urgencia, nos parecen agotados. Son precisamente esos nuevos enfoques los que queremos poner de relieve en este número. (extracto editorial).