Sin cuidados, los seres humanos no hubiésemos logrado sobrevivir por tanto tiempo en este planeta. A pesar de su relevancia, estas labores han sido invisibilizadas y minimizadas. Quizás el hecho de que fueran realizadas principalmente por mujeres puede explicar ese desprecio. Tal como indica Nancy Fraser (2016), la defensa de la dominación masculina es la forma en la que, históricamente, se ha desestimado la relevancia social de las tareas de cuidado. Esa sería la razón por la que las labores domésticas no han sido consideradas un ‘trabajo’ formal y que la diferencia entre oikos y polis se haya terminado por convertir en una caracterización de géneros: la política como un ámbito masculino y el cuidado como uno femenino.
Estas distinciones han perdido sustento en el mundo actual. Sin embargo, persisten como herencias culturales o inercias políticas. De más está recordar que, como los cuidados se dirigen principalmente hacia quienes no pueden sustentarse por sí mismos, la pandemia puso estas prácticas en el primer plano e hizo visible la distribución desigual de estas responsabilidades. De ahí que sea necesario ponerlas de relieve y plantearlas como un tema de discusión en el contexto actual.
A fines de 2021, los desafíos son distintos a los de hace unas décadas y puede ser que nos lleven a reevaluar todas nuestras prácticas. Ese cambio en las formas, el énfasis y el sentido mismo de la arquitectura ha tenido espacio en esta revista durante los últimos años, pues nos parece que es el gran desafío al que se enfrenta nuestra generación. La historia, finalmente, nos juzgará por cómo actuamos en este momento de crisis, cuando la misión más importante es el cuidado de nuestro planeta, pues de eso depende nuestra supervivencia.