Para Emanuele Coccia, «las plantas, en su historia y evolución, demuestran que los seres vivos producen el espacio en el que viven en vez de verse obligados a adaptarse a él». Siguiendo a este filósofo italiano, las plantas no sólo serían las primeras arquitectas, sino que serían mucho más capaces y completas que nosotros: además de producir su propio espacio, producen y posibilitan la vida que lo ocupa. Desde ese punto de vista, la instrumentalización de lo vegetal no sería más que otra muestra de las limitaciones estructurales del pensamiento puramente humano.
Afortunadamente, desde la arquitectura ya hay ideas, propuestas y discursos que superan la visión antropocéntrica sobre la vegetación. Son arquitecturas - escritas, pensadas, diseñadas o construidas - que ‘aprenden de’ y ‘piensan con’ las plantas. Estos puntos de vista y de contacto entre arquitectura y vegetación se ponen de relieve en este número.
Pensar con la vegetación nos permite entender que la mantención de la vida en este planeta no puede ser definida unilateralmente. Más bien, debemos dar espacio para que entidades no humanas también participen y se beneficien. El desafío no está en enviar humanos al espacio ni en generar las condiciones para la vida humana en otro planeta, sino en entender que la vida no sólo se la debemos a nuestros padres, sino a la sociedad completa y a la naturaleza como un todo. Es decir, pensar con la vegetación nos permite abandonar proyectos individualistas y antropocéntricos, para establecer relaciones empáticas y colaborativas con nuestros entornos. Como revista dedicada al conocimiento sobre la arquitectura, dedicar un número de ARQ a quienes piensan con la vegetación no es sólo una oportunidad para mirar un tema de suma relevancia actual, sino una responsabilidad con la condición pedagógica de una revista académica. A fin de cuentas, tenemos mucho que aprender de la vegetación y casi nada que enseñarle (extracto editorial).