No fue fácil encontrar un título que explicara, sin malinterpretaciones, lo que queríamos decir, con el título del presente número. Por ejemplo probamos con «arquitectura sin atributos» una versión libre del título de la novela de Musil o «arquitectura cotidiana» y otros.
¿Por qué es tan difícil hablar de la «arquitectura, simplemente» como al final se le llamó, sin pensar que pudiéramos estar hiriendo a los autores de las obras presentadas, o equivocando la idea que se pudiera hacer el lector?
Creo que tropezamos ahí con lo que ya empieza a fatigar: el protagonismo excesivo, la caída del nivel de calidad en los superstars al tratar de mejorar su última marca, la arquitectura de firma, como las poleras Lacoste, reconocibles.
Lo que se propone, por ejemplo, el portugués Souto de Moura, «lograr una arquitectura anónima» es por supuesto ya una reacción a esta escalada fatigosa. Y también, aunque marcado por un cierto snobismo, el interés en el hemisferio norte (Harvard, Tokio) por nuestras modestas arquitecturas y urbanismos de las tomas (siempre el mito del buen salvaje), los vaivenes de la moda, y algo de la década del ’70 que vuelve. Se fijan en nosotros, bienvenidos, no hay problema (extracto editorial).