Para nuestro número cincuenta (¡no cualquier revista especializada y autofinanciada cumple el medio centenar!) nos pareció adecuado desensimismarnos de nuestra afición por la arquitectura que cultivamos, y dar varios pasos atrás para mirar un panorama general: observar todo lo que se construye en Santiago.
La idea del número se me ocurrió en una conversación con el arquitecto Luis Valenzuela en relación a lo que se le viene encima a un joven recién titulado cuando trata de ganarse la vida: el mundo del cliente de carne y hueso.
Introducimos el tema en base a tres artículos que se dedican a tres áreas, en principio ajenas la una de la otra: 1° una escueta y precisa investigación sobre los avisos de venta de casas y departamentos de un leído suplemento sabatino, 2° un merodeo sobre las razones de la autoconstrucción y 3° las razones de la arquitectura culta.
Es decir, primero una arquitectura que quiere venderse, que espera y tienta al habitante ‘’comprador’’ con ingeniosas metáforas. Una segunda que decide el mismo habitante por su cuenta y riesgo (así como cada uno decide como peinarse y vestirse) y la tercera en las razones esgrimidas desde la arquitectura.